Al fin del dolor



A: Santino, la razón de mis días

Los ojos se anclan
(El velo al fin cae)
-la razón no es más que un vano juego de paroxismos-
La batalla de la mente siempre triunfa
(Aun llueve)
Las mañanas ya no son iguales
Al fin me levanto
Una lágrima se desliza por mi mejilla.


Infortunio (Cuento)



NO HABÍA TARDADO MUCHO, de todas maneras me dirigí de prisa hacia la casa de Iván, faltaba ultimar pequeños detalles para el golpe.
Mientras viajaba, la ventanilla del 60 hacia Constitución mostrábase como una sutil pantalla (Llueve). Ana se había marchado hacía ya tiempo, después de todo no era más que un fracasado y el amor no bastaba (Sonreí). Mi madre había muerto hacía cinco años —el corazón no le bastó. Mi padre… a mi padre lo conoceré seguro en otra vida… seguro. Luego de una hora de viaje bajé en la Terminal. Al momento me dispuse a caminar en dirección al bajo, San Telmo conserva aún, el dejo sutil de la historia. La soledad solo atormenta por las noches…
Al llegar toqué a la puerta y rápidamente contestaron.
—Pasa, vamos…
Inmediatamente me arrojó la foto del tipo que había que quemar.
Este cerdo era Augusto Soria, un teniente retirado que había participado activamente en los 70’; fue quien, en definitiva, había torturado hasta el hartazgo a Don Juan.
—Veinte años de sufrimiento, de lucha, de deseo y al fin llega, todavía guardo en las pupilas como ese hijo de puta, le pego el último tiro y mi vieja se moría en la Plaza —me decía.
Una carta recibida hacia veinte días atrás nos reveló el paradero de este remedo de ser, la carta no poseía remitente y estaba firmada por un buen amigo.

“Iván la búsqueda llego a su fin
Viamonte 356 4piso dpto3
Atte. Un buen amigo”

La carta estaba confeccionada con silabas y consonantes de diarios y revistas cuidadosamente cortadas. Al principio, como era de esperarse, pensé que se trataba de una broma, pero el fuerte convencimiento de Iván tiraba por la borda toda aquella sensación. Había parado de llover.
Inmediatamente nos dirigimos hacia el lugar. Mi labor consistía, tan solo, en un pequeño acto… No tenía nada que perder ¿o sí? Al llegar recordé otra vez a Ana, como en los últimos tres años, la suma total daba 1095 días de olvido. Imaginé por un instante, una vida, un hijo, un nieto. Mis ojos se perdieron al final del pasillo, estaba oscuro, por un momento tuve el instinto de seguir hasta allí, pero inmediatamente volví a la realidad. Luego de un momento toqué a la puerta… 15 años de cárcel en Olmos y la condena social se habían encargado de la justicia (solo faltaba una pequeña parte). Fue cuando Iván apareció detrás de mí, solo nos miramos por un instante… solo un instante… La automática nueve milímetros y el silenciador se hicieron cargo del resto. Lo observamos por un instante…
—Se acabó, vamos… no van a tardar en encontrarlo…
Al voltear, Iván había huido y por un acto misérico de piedad, me arrodillé ante él, la frente aún se encontraba caliente. Y al levantar la vista…
Un año después supe que Iván había muerto, víctima de una fuerte depresión… (Tiempo más tarde se había enterado de aquel infortunio). Falta de mérito dictó el juez, dado que descartaron todo tipo de presunciones, debido a que no hubo ningún factor emotivamente que llevara al acusado a pertrechar el asesinato de Ernesto Farias Gomes, sito en domicilio de origen, Viamonte 356 3 piso dpto3, tampoco el arma. Y del final del pasillo los gritos…
—No lo hice… te juro que no lo hice… iba a verte… te juro que iba a verte… Ana… Ana… No lo hice… —mientras apoyaba su mano en mi rostro muy suavemente… Fue quien había dado aviso a la policía, mientras me reconocía junto al cadáver.




Reminiscencia


Un libro, un nombre
Y el recuerdo
El olvido atraviesa
Los simientes lentamente
Los ojos exultantes del poeta
Y su martirio
El lugar
Él mismo.

La otra cara


Estoy tan lejos de lo que alguna vez fui
Que mis amaneceres no son más que preludio de mi sentencia de muerte.
Abrumaría las horas para que sea más leve este dolor
Me he quedado sin aliento, ante esta lucha en busca de la verdad
-Enemiga de mí- ansiando el perdón
Estoy tan lejos de mí que ya no sé si estoy aquí
¿Quién te dijo a ti que los poetas no matan?  

En pocas lineas (carta)


Querida amada:
                       intentare en pocas líneas explicar la falta de lógica de esta carta, o de las anteriores, en total aprensión de mis emociones, la atmósfera del aire ha comenzado a ejercer su presión víctima del estado estacional en el que nos encontramos, tengo los pies fríos y descalzos cubiertos solo con medias de color blanca, son las tres de la mañana del día martes y no dejo de pensar en ti, no puedo ocultar mis sensaciones, siento celos a la distancia, tengo congoja en el pecho, acides en el estomago de tanto extrañarte, lo curioso es que te has ido hace ya tiempo y he comenzado a pensar que estoy atrapado, totalmente atrapado en la profundidad del abismo que conserva tu recuerdo, tu cuerpo, tu olor…
Lo único concreto que puedo dilucidar al menos hasta hoy con total ironía, es la inscripción de mi epitafio… “Aquí yace un hombre que murió de amor”  Solo que lo hago mientras te escribo.                                                               

Curiosidades (Relato)


González Andrade(1), un día en su programa de radio, organizo un concurso para poder ir a un concierto de Rock de manera gratuita. Solo había que contestar a una simple pregunta, esgrimiendo siempre que nadie iba a poder saberla. Así transcurrió la primera hora del programa con la ansiedad típica de todo concurso, con el interrogante de cual sería esa pregunta que no sabríamos. Debo admitir que todos estuvimos atentos a cual sería esa pregunta. Pasados diez minutos de la segunda hora del programa, siendo las 15:30 de la tarde, nuestros oídos estaban pegados a los parlantes
-Cuantos militares desaparecieron en la última dictadura…
No pude evitar sorprenderme ante la pregunta, tampoco pude evitar lo que me causa solo ver ese verde musgo… las nauseas son incontenibles…
Al fin y al cabo mal que me pese, o les pese… fueron humanos o algo parecidos
-¿Cuantos? ¡Alguien sabe! Tienen solo media hora para contestar…
A las 16:00 horas se escucho el veredicto
-Vieron que gane…
Por orden del Gobernador de la Plata, se levanto el programa de radio dos horas después. Que curiosa que es la democracia ¡No!


(1)Aquí el nombre es ficticio, dado que las curiosidades de la democracia pueden herir susceptibilidades, si es real el hecho concerniente

Pesadilla (Cuento)

Tarde. La noche mostràbase misteriosa e interminable. Era una de esas noches en donde la cerrada oscuridad atemoriza, extraña por cierto, dado la insoportable ola de calor que la envolvía. Esto era algo normal casi llegando el verano, pero era algo totalmente utópico en los primeros días de agosto. Todo transcurría con aparente normalidad. Horas más tarde -de forma cromática- Julián comenzó a escuchar incesantes ruidos y murmullos provenientes del centro mismo de la casa. Atemorizado salió de su cuarto en búsqueda de su madre -a quien encontró en el corredor, a metros de su habitación– como petrificada, con la mirada fija, hecho que hizo que se voltee rápidamente hacia atrás, al mismo tiempo que la madre señalaba lenta, una ubicación y fue entonces que lo vio…
Era un Ser inmutable, de cabellos enjambrados, de tez oscura, su boca se encontraba cosida con grotescos trazos, sus ojos irritados -como si no hubiese dormido en siglos- y su cuerpo desquebrajado. Al avanzar hacia él, aquel Ser, comenzó a emitir quejidos agudos mezclados con una fuerte respiración, hecho hizo que Julián retroceda rápidamente, invadiéndolos aun más del ineludible temor que poseían. Inmediatamente aquel extraño
Ser se perdió entre la nada. Julián miro extrañado a su madre.
El día paso sin sobre saltos. Julián retomo con el pensamiento a lo ocurrido horas atrás, el reloj marcaba las seis con cuarenta de la tarde, oscurecía y la humedad agobiaba, cuando insistentemente comenzó de nuevo a escuchar fuertes pasos provenientes nuevamente del centro mismo de la casa.
Inmediatamente Julián comenzó a pagar todas las luces de las habitaciones, para que no pudiera encontrarlo, quedando de ese modo en una llana oscuridad, lentamente se dirigió al cuarto de su madre para buscar el arma que ella tendría guardada. Seguro de lo que hacía, salió de aquella habitación para agazaparse en algún sitio estratégico listo para contraatacar.
Sus pasos eran cada vez más fuertes, rodeaban por completo toda la casa con su vibración.

*
Se dirige hacia fuera con el arma en la mano derecha y el cuerpo en la mano izquierda, arrastrándolo por los cabellos, dejando huellas de sangre por todo el lugar. Extrañamente nadie se encontraba en las calles.

*
Instantes después Julián sintió como las rodillas de un cuerpo pesado se hincaba aplastando su espalda y unas manos amarraban su cuello impidiéndole respirar y tener algún tipo de reacción. Mientras le susurraba.
-Aun no ha terminado… No ha terminado…
Con las últimas fuerzas Julián grito… y la luz de un rayo ilumino su cuarto.
Despertó empapado en sudor con el eco de la fuerte lluvia como compañía.
El reloj marcaba las cinco de la madrugada del día 4 de agosto. Extenuado se toma unos instantes para recuperar el aliento y luego dirigirse al lavabo.
Al mirarse, en el reflejo del espejo. Noto que tenía fuertes marcas en su cuello, noto también que no se había desvestido para dormir y se sorprendió aun más al ver que sus ropas se encontraban manchadas con sangre. Sin comprender lo que sucedía, camino unos metros hacia la cocina, cuando inesperadamente se topo horrorizado con su madre desvanecida en el suelo ya sin vida y junto a ella el arma homicida.
Al levantar la vista se encontró sorpresivamente con aquel Ser, frente a él repitiéndole una y otra vez
-Aun no ha terminado… No ha terminado...

*

Días más tarde, víctima del intenso olor que provocaba el estado de descomposición de los cadáveres, fueron encontrados Julián y su madre en extraña posición fetal
La policía estimo que se trato de un parricidio con alevosía, seguido del suicidio del homicida, desechando la hipótesis de algún tipo de robo presuntivo, dado que el lugar se encontraba en perfecto orden.
Aunque la pregunta persistía, quien había sido capaz de acomodar dichos cuerpos en esa posición. Además -de manera extraña- el arma no poseía huella digital alguna que pudiera corroborar dichos detrimentos.