Dejar de soñar (relato)


La cara, las manos, el cuerpo poseía la misma curvatura, sus ojos no habían perdido ninguna de sus insoslayables expresiones, todo en ella conservaba la dejadez del tiempo del último instante. Aun no lo creía. Sonreí, tal vez por los nervios o tal vez por la misma emoción que el acto mismo evocaba. Tuve de pronto el descorazonado instinto de tirármele encima con todas mis fuerzas y devoción, al mismo tiempo, en un estado total de neurastenia, quise escupirle cientos de reproches, cientos de palabras, que he tenido aquí atragantadas desde hacía más de veinte años, cientos de ¡porque! quise decirlas todas al mismo tiempo, desbordarme en el primer acto, pero lo cierto es que ni pude mover una desgraciada pestaña. Solo la observaba, quise acariciarla pero no me atreví, de pronto comenzó a invadirme un profundo temor, el temor a no ser reconocido, a pasar ante sus ojos como desapercibido, como si en verdad no me esperase a mi si no a mi otro yo, a mi pasado. Hace tanto que te has ido… que ya no recordaba estas emociones, esta emoción que me provocaba la ecuánime presencia de su ser cada vez que se acercaba. Allí estaba otra vez frente a mí. Sorpresivamente comenzó a dar pequeños pasos hacia mí, sus ojos me habían reconocido, dando cuenta de ello, la espesura blancuzca de su sonrisa, que iluminaba con su son, la espesura negruzca del lugar. Abre la boca, sus labios se preparan para articular palabra, ya no recordaba como era su tono a no ser por los insipientes como constantes sueños. Lloro, me invade la materia la excelsa vibración de bienestar sosegándome. Sus manos al fin me toman, ciento aun más su calor…
Bienvenido… bienvenido…

No hay comentarios: