La única

Era a ti a quien quería ver

Presuntuosa con esos ojos
Vivases, llenos de realidad estoica
Como así también valientes
Junto a esa sonrisa trémula
Que eriza mis sentidos.

Era a ti a quien quería ver

(Forjándote) en mis sueños y
En ellos hacerte mía de una vez
(Y otra más)
Y estar juntos por siempre
Entrelazados en este eterno ritual.

Era a ti a quien quería ver

Mis ojos se abren lentos
De nuevo estas tú, la historia
Se repite.
(Estas aquí por siempre)

Este sobre salto de la noche me envuelve
En un desconcierto etéreo fugaz.

Era a ti a quien quería ver

Mis manos acarician tu cuerpo
Me duermo
(Te amo)

Dialogo de un caballero (relato)


-Que ha conocido el amor-


-Ahora comprendo… iluso de mí, he caído ante ti… ante el poderoso abrigo de tu manto… más iluso aun por no haberte tomado en cuenta… la ignorancia protege al ignorante, más no lo excede de su responsabilidad…
Traspasas cual armadura se atraviesa en tu camino, sin matices ni roces, dejando grandes secuelas de tu envestida…
Ahora sé, no habrá tirano más temible que no haya sido sometido bajo tus indómitos pliegues… no habrá tirano más temible que tú…
Pues así lo ha demostrado el tiempo y los avatares misteriosos que provocas con tu presencia…
Ahora comprendo… iluso de mí, por no haber sabido… iluso… iluso… iluso…
Iluso caballero de armadura dorada, victorioso de guerras y cruzadas, invadido de soberbia y de grandios…
Derrotado ante ti, caigo… ante el rito insoslayable de tu arribo, ante los indómitos pliegues de tus alas…

Circunstancia

Puedo oírlos, se acercan lentos
(Sus murmullos denotan en plena noche)
Disímiles figuras atentan contra el instante y su futuro
El andrajoso estado espiritual en el que se encuentran
demuestra la veracidad de los hechos, haciendo las veces
de epitafio.

Sobre aviso (cuento)


No sé, quizá porque le avise, que se yo. Tal vez hubiese sido distinta la historia si no le hubiese avisado, pero le avise, y si… como no le iba avisar, haber como. Si soy hombre, se lo dije a tiempo estoy seguro, que si no, porque si no, quizá hasta me hubiese muerto, si muerto… pero de amor. Recuerdo que nos habíamos citado en la Placita Sarmiento, cerquita del Obelisquito. Eran las tres de la tarde -a esa hora el otoño comienza a despertarse nuevamente- Esta bien, ambos sabíamos que no era un juego. Sucedió que los sentimientos en algún momento se convirtieron en sentimientos, pero de los otros, fue ahí que le avise.
Por costumbre llegue veinte minutos temprano y ella veinte minutos tarde. A decir verdad, me enfurecía ese macabro acto de vanidad, pero he de confesarte que de un momento a otro, ese mismo acto se tornaba un acto de ansiedad y desespero por verla llegar. Claro está ella, no lo sabía… ese fue el punto de inflexión, allí fue. Luego de un instante, sin dejar de contemplarla, se lo dije.
-Flor tenemos que hablar, tengo algo que decirte. No, no es nada serio, no te preocupes solo es que, que... te quiero avisar que, haber como te lo digo…
Habíamos pasado todo el fin de semana sin vernos y ese a diferencia de los demás me preocupo ¿Por qué ese? y no los otros me pregunte… Ahí me di cuenta. La puta madre, ahí me di cuenta…
-Que pasa Julián, decime, no me intrigues...
Entonces bajo los efectos de un inusitado coraje tome valor y se lo dije, quizá si no se lo hubiese dicho. En fin.
-Lo cierto es que el sábado extrañe a rabiar y el domingo casi muero. Inesperadamente sentí la necesidad de respirar tu aliento, de sentir tu olor, de amarrarme a tu cintura y no dejarte ir, de verme en tus ojos reflejado, tomado por tus manos al abrigarme, de sentirme libre junto a vos, si libre…
Y en ese instante comenzó a llorar, si a llorar (Esbozaba pequeñas risas producto de los nervios) le explique nuevamente que quizá estaba siendo un poco exagerado, que no tome a ese inesperado acto como algo posesivo, si no como algo poético, que también ella era libre, libre para elegir, y que jamás le arrancaría tan indiscutible derecho, ya que lo que acababa de ocurrir no había sido más que un incrédulo acto de libertad. Que ella, ya había comprendido.
Y con sus manos comenzó acariciarme suavemente el rostro, sin tal siquiera decirme una sola palabra, es que claro, que podía decirme, aun lloraba. Jamás la volví a ver.



Carta a un amor (carta)

Mi bien amada:

Escribo estas líneas con el profundo motivo de hacerle saber a usted, aun más, todo lo que su ser y las vibraciones de su alma representan. No sin antes decirle todo lo que ha de provocar en mí desde el mismo instante en que la conocí. Por más exagerado o extremista que estas palabras lo parezcan quiero decirle que no diré otra cosa más que la verdad. Mi alma se eriza al escuchar el tono de su voz, mis ojos se iluminan al reflejarse con los suyos, mi cuerpo se estremece en cada abrazo, cada vez que su piel se roza con la mía, o en su defecto cada vez que invade mis espacios con el aroma pleno de su fragancia. Como decirle que se ha transformado en mi necesidad, en el aire que a diario respiro -por más fatalista e inverosímil que esto suene- es la dueña definitiva de mis espacios. Sin más, se ha transformado, en la razón de mis amaneceres, en cómplice incansable de mis ansias de futuro, en mi anhelo de reposo. Le suplico no se ría por tal declaración o piense así mismo que he de ser un bárbaro dadivoso carente de sensibilidad, de ningún modo, solo que entienda estas ansias de amar, la cual me ha deparado la vida con altura he hidalguía. Quiero decirle también que sin usted la libertad no sería más que una palabra hueca y sin sentido, que la felicidad ha recobrado para mí todo su significado, que la vida ahora tiene un pretexto que lleva su nombre.




                                                                                                                                      Suyo, por siempre.

Absurdo (cuento)

Que absurdo fue pensar que se podía, que absurdo. Fue rápido, el golpe duro apenas tres minutos. Todo estaba saliendo de acuerdo a lo esperado, no existía el ineludible margen de error.
-No queríamos más que eso, si hasta ellos se miraron…
En los cuarenta segundos siguientes todo había terminado, a no ser por el tipo que conducía la patrulla quien noto, en lo que te digo, cuarenta segundos que algo no andaba bien, para nada bien…
-Tres mese’ vigilando el puto banco y ningún cana…
Pero en estos casos es sabido, de diez, nueve y la ultima muerto.
Y como si fuera poco, mi suerte de principiante, mi primer choreo. La puta el destino, justo ahí, a las diez de la mañana, ahí. El hijo de mil puta, tenía que sacar guita del cajero ahí, pegado a las paredes del Banco, cajero de mierda mira. En los veinte segundos restantes, el lugar estaba atestado de milicos.
-Si los hubieses visto, como regodeaban esos cerdos…
Y antes de que todo se torne en su totalidad peor y las ranas tomaran posición, dejamos la guita ahí o haya no sé, lo cierto es que decidimos rajarnos por los techos. Nos afanamos un auto a una cuadra del Banco y salimos, pa’ qué... durante los siguientes quince minutos estábamos cagandonos a tiros por toda Corrientes, con medio centenar de omnipotentes, fue en el cruce con Paraguay donde a Marcos lo bajaron, lo apabullaron de un tiro en el cuello debajo de la oreja y el otro debajo del pómulo, murió en el primer tiro. Su expresión estaba intacta o al menos quise creer que lo estaba y lo estaba…
Mientras que era objeto de cura de cada uno de los borceguíes que me apresaron, su rostro estaba allí, inmutable, reclamándome…
-Vamo’ a tener suerte... –repetía- va’ a ver… es mentira la caridad… mentira... Veinte mil mango’ son lo que necesitamo’… vo’… no te preocupe’… papi ya viene con lo que te prometí… Y va’ a poder correr… va’ a poder correr, te lo juro…
Sus últimas palabras hacían eco en mi cien. Y recordé también su ultima caricia y como la observaba y pensé en mi suerte, en mi ahora… y en este absurdo apogeo de vivir.

Dejar de soñar (relato)


La cara, las manos, el cuerpo poseía la misma curvatura, sus ojos no habían perdido ninguna de sus insoslayables expresiones, todo en ella conservaba la dejadez del tiempo del último instante. Aun no lo creía. Sonreí, tal vez por los nervios o tal vez por la misma emoción que el acto mismo evocaba. Tuve de pronto el descorazonado instinto de tirármele encima con todas mis fuerzas y devoción, al mismo tiempo, en un estado total de neurastenia, quise escupirle cientos de reproches, cientos de palabras, que he tenido aquí atragantadas desde hacía más de veinte años, cientos de ¡porque! quise decirlas todas al mismo tiempo, desbordarme en el primer acto, pero lo cierto es que ni pude mover una desgraciada pestaña. Solo la observaba, quise acariciarla pero no me atreví, de pronto comenzó a invadirme un profundo temor, el temor a no ser reconocido, a pasar ante sus ojos como desapercibido, como si en verdad no me esperase a mi si no a mi otro yo, a mi pasado. Hace tanto que te has ido… que ya no recordaba estas emociones, esta emoción que me provocaba la ecuánime presencia de su ser cada vez que se acercaba. Allí estaba otra vez frente a mí. Sorpresivamente comenzó a dar pequeños pasos hacia mí, sus ojos me habían reconocido, dando cuenta de ello, la espesura blancuzca de su sonrisa, que iluminaba con su son, la espesura negruzca del lugar. Abre la boca, sus labios se preparan para articular palabra, ya no recordaba como era su tono a no ser por los insipientes como constantes sueños. Lloro, me invade la materia la excelsa vibración de bienestar sosegándome. Sus manos al fin me toman, ciento aun más su calor…
Bienvenido… bienvenido…